Archivo del Autor: Mauricio Riveros

Acerca de Mauricio Riveros

Escribo canciones, las que he publicado en varios discos como "La Verdad", el EP "El Eco del Duelo", "Los Tiempos de Ahora" y "Verteverbal 2007 - 2017" como solista. También estoy en libros: "Canciones en Defensa Propia", "Desde Arriba Nadie Te Ve", "Geografía en Llamas" y la antología "El Hombre de la Luna".

LA CAMISA

ESPEJO

Inútil es que quieras disfrazarte de mi
Cuando gustas de perderte en el bosque
Usando mi sonrisa
Cargando mis frases en tus bolsillos
haciendo de mis pasiones una lección aprendida

Desde que me fui y te quedaste solo,
Te calzas hasta mis pasos
Y te abrazan tantos y tantos
Te vistes de mi vida, de mi aroma y de mi camisa
De mis camisas

 

Te dicen que luces bien y yo prefiero ni mirar
Se van llenando de otras huellas mis trajes predilectos
Que no te importa que se arruguen al abrazar
No es que vaya a regresar por mi lugar
Ni que porque ahora soy cadáver es que no vaya a estar atento.


EL FIN MEZQUINO

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(inédito, septiembre de 2017).

Si no sé de distancias
entonces nunca sabré de olvido
si no sé de miedo
nunca vendrá por mi este fin mezquino
Yo prefiero un otoño a medias
que esta primavera dispersa en mis sentidos
con una maleta de tierra
y el corazón apuntando al norte
sacudido
desmedido
fuerte
valiente
y la emoción que ha hecho un riachuelo nocturno
en mi mirada que te busca en el paisaje revuelto
Traigo esta emoción perdida
como un puzzle de infantes
en medio de un mar de padres distraídos
Yo no sé de distancias
nos acariciamos en clicks silenciosos
tu allí, yo aquí
cuando el cariño se come a mordiscos bruscos
estos trechos sin poder ser consumidos.


Futuro Ironía: Nos lo habían advertido

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(Publicada por Revista Perígrafo, México, septiembre de 2017)

Nos lo había dicho Bradbury, pero no lo entendieron todos; En el futuro algo pasaría con el hábito de ser lector, donde dejar de ser uno era equivalente a hacer arder libros a 451 grados Fahrenheit para desaparecerlos. Luego de la muerte del escritor, su mensaje reemergió como una alerta inoxidable, un aviso en mayúsculas a un mundo que se vuelve tan digital, como fatalmente iletrado.

En menos de cincuenta años han cambiado para siempre las formas de leer, ya no es detenerse en un libro para consultar otro, ahora hacemos ese mismo viaje por un túnel al que llamamos “link”, “enlace” o “liga”, y tuvimos que agregar (entre otros términos) “hipertextualidad” a nuestro diccionario. El mundo gira rápido, hemos brincado de un siglo a otro viajando en un tren con una única luz intermitente. Al anochecer del siglo pasado, las luciérnagas, que creímos iluminaban el cielo con su coreografía fantástica, eran en realidad una bengala de alerta, un S.O.S. que susurraba “Los libros están ardiendo, endo, do”. No nos quedó más que poner la aguja en el tocadiscos para, una vez más, bailar una danza triste y melancólica, cual tango en una noche de puerto antigua. ¿Acaso es así como sabe la nostalgia?

Yo digo que hay que desconfiar de quienes no tengan libros en sus casas, de los que se enteran de todo por twitter y de los que se quedan sólo con lo que dice un titular. El mundo no es el mismo desde que vino la modernidad disfrazada de un forastero encantador, conquistándonos con su elixir y, cuando le dejamos entrar, se convirtió en un monstruo que nos esclavizó. Ahora somos la mitad de la legión que éramos en antaño, en la que todos nos sentimos un poco Montag.

Pero nos habían advertido de este futuro. Primero fue el audiolibro, luego vendría la tablet y más tarde el Kindle, pero nada será nunca como un libro, como su aroma, como la experiencia de llevarlo a casa por primera vez y buscarle un lugar de privilegio en nuestras bibliotecas. Ese rito retro de abrirlo, y que nos permite internarnos en sus pasillos interiores, que saben que deben pausarse cuando, al cerrarlos, nos incorporamos por un instante a la realidad.

Esta era de lectores renunciados dejó en evidencia una realidad desafortunada para cariños obsoletos, los de las dedicatorias que fueron condenadas a vivir su vejez en librerías de segunda mano, con su primera página marcada por tinta antigua diciendo: “Para mi esposo amado”, “Con todo cariño para mi sobrina” o incluso: “Estas páginas fueron las que me salvaron de un infierno”. Todas esas inscripciones están allí esperando que un comprador romántico, las pueda salvar del olor a viejo, de esa confusión de montón y, les devuelva un poco de dignidad.

Los libros ya son casi como un secreto, los cargamos en nuestros bolsos mientras abordamos trenes, aviones y autobuses, para escapar de las ciudades, del ruido y de los miedos actuales. El mundo no es el mismo desde hace tiempo, pero se ha notado más desde que se encendieron, casi al unísono, estas mini computadoras en nuestros bolsillos, acortando las distancias, pero convirtiendo las voces en sucesiones rítmicas de clicks.

En medio de tanto mal contemporáneo, todavía me queda uno antiguo; Aún me enamoro de quien va leyendo un libro en medio de un mar de rostros iluminados por un teléfono celular, o de miles y millones de teléfonos celulares. El único teléfono que quisiera tener ahora en mi mano es uno para marcar al pasado, para llamarte, para rogar que estés allí, en casa, y para quedar de vernos frente a frente, tomarnos un café y compartirnos todo lo que encontramos en nuestros libros de papel. ¿No es paradójico que estemos leyendo esto en una computadora? El apellido de este futuro es Ironía.

http://perigrafo.org/futuro-ironia-nos-lo-habian-advertido/


LA ESQUINA DE SIEMPRE

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(Dedicado a los mexicanos que vivieron el terremoto en la efeméride del otro)

Aquí y en todas nuestras calles se sintió la tragedia
Las alarmas sonaron, la gente corría,
se oyeron gritos y decenas de transmisiones
Me pregunto cuánto tardaré en saber que estas bien

¿Qué hay si acordamos esperarnos en la esquina de siempre?
Sin angustia, histeria
Quizás podamos esperar juntos el fin,
y luego darnos cuenta de que no es el fin

No te tardes, no tengo miedo
Quiero verte a los ojos
Imagino tu cansancio, que has dormido poco,
Y te preguntas cuando es que terminarán estos días eternos

Piensa en una canción,
la tendré lista para oírla junto a ti
Y si se va la energía
¿Querrás recordarla conmigo, mirándonos?

No te tardes más,
Dicen que viene el otoño
Y no quiero que me encuentre así
Vamos a rearmarnos, otra vez

No me importará esta lluvia
Aquí te espero, en la esquina de siempre.


LA MALDAD DEL MAPA

Del libro «El hombre de la luna» (2017)

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Debe ser pura maldad del mapa
Esa de esparcirnos por sus puntos
De dejarnos asomar la nariz por sus pueblos y capitales
De encontrar en otros lugares lo que nos hace completos
Aunque sea por un instante
Y no estar a la altura del destierro
Debe ser pura maldad.


EL TEMPORAL

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(de los cuadernos de viajes 2017)

Yo tan aquí y tú tan allá

Declaración insolente de modernidad
Tengo ahora dos veranos
Pero siempre cargaré con mi temporal
Este, que se desata cada vez que me marcho
Cada vez que te dejo atrás
Y sabes que “tú”
Es un rol que siempre puedo reasignar
¿A ti te gusta el mundo así?
Yo prefiero cuando las noches
Traen tu mirada que abriga
Más debes entender
Que no inventé yo estas distancias
Ni este mundo terco
Estaba así cuando nos encontramos,
en blanco y negro,
Que es como mirarse en realidad.

 


TANTO DE TI

Hay tanto que duele más que tú

los brindis a mis espaldas,

o cuando saben mucho más los muros,

o saben los extraños siempre, que no estás

y duele un poco más cuando saben tanto de tí

 

Y en el puzzle del calor de los latidos

ahora está el latido de los tuyos

y también tu voz eterna,

usando su disfraz, como si estuvieras frente a mi

y también está mi voz que ahora sabe tanto de mi

 

Y cuando no seamos los mismos

cuando el cielo luego sepa de los dos

y nos quede voluntad para nunca estar tan tocado

tan dejado, tan dañado

 

Y así vemos entre estas distancias

por todos los que vengan, que entren y salgan

y que nunca puedan doler tanto como tú

ni calmarte como yo

ni me vean mas tus ojos, que ahora saben tanto de mi

 

Y cuando no seamos los mismos

cuando el cielo luego sepa de los dos

y nos quede voluntad para nunca estar tan tocado

tan dejado, tan dañado

 


Mi época vertebral y (tan) verbal.

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No tengo claridad de cuándo se comenzó a hacer este camino. Puede haber sido en ese verano, hace unos ocho años, en que compuse ‘El lobo herido’ en la sala de mi departamento en Santiago, minutos después que me suspendieran un ensayo con Truman. Supongo que se hizo necesario que ese animal tuviera una fuente propia donde beber, o puede ser porque ya no traía ganas de sentirme parte de una banda, y me puse a trabajar en un disco que si me hiciera sentir esa razón única y fascinante de porqué hago música.

No sé cuándo comenzó, y a pesar de todo obstáculo que se me ha aparecido, sé que no terminará, y presentar un álbum recopilatorio hoy en día es hacer una foto de todo eso, de eso se trata “Verteverbal 2007 – 2017”, capturar esta imagen panorámica para luego continuar, con lo que sea.

Nunca me han gustado mucho los discos compilatorios, pues siempre son ideas de las disqueras, a espaldas de los artistas, y cuando son ellos los involucrados, es para terminar contratos, o sacar un dinero extra, o matar la poca magia que vaya quedando, como la resaca de una luna de miel musical. Por eso es quise hacerlo distinto, a mi medida y escogiendo yo mismo cada uno de los tracks. Este álbum no se trata de nostalgia, porque no añoro el pasado, ya lo viví y estuve bien despierto, este disco es una celebración del presente y del futuro, de un camino complejo, pero artísticamente muy satisfactorio.

Por eso es que puse dos canciones nuevas: “Una taza de café” y “Una trampa hecha de barbas”, porque son las últimas piedras de este puente al futuro que sigue para mí.

El disco terminó convirtiéndose también en una gira, en la que ahora estoy en medio, un tour por México, un país que quiero, porque es la tierra que me cambió para siempre.

Y después años de publicar, girar, proyectar y concretar, es que viene este ánimo de mirar atrás por primera vez, y no sólo en la música, por eso que ahora aparece también “El hombre de la luna”, una antología de mi poesía, entonces me detengo a ver por primera vez de lo que he hecho esta carretera. Y como esta cabeza nunca se detiene, acá estoy, en medio de la gira mexicana, con un cuaderno lleno de nuevos textos y canciones nuevas que me vienen a buscar porque dicen ser urgentes. Vamos a ver entonces qué pasará luego de la gira, sólo sé que este camino que ya no se me desdibuja ni con una tormenta fatal.

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EL PUENTE

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(México, 30 de Mayo de 2017)

 

En los caminos de regreso

Que poco saben de mis pasos

Veo tus bosques abatidos

Oigo tus silencios en los prados

Y me mata el eco de la distancia

Pero si disolvemos el silencio

En un sólo susurro de tu voz

Podremos construir un puente

Para encontrarnos,

Para recuperarnos,

Para escucharnos en real y no en digital

Sólo debes talar el miedo

Dividir los pedazos más fuertes

Y construir con ellos un puente hasta mí

Mientras esté aquí,

Pues este fuego no se ha detenido

Desde que lancé mi señal

Y ha estado consumiéndome,

Entonces, este es el tiempo de tu puente.


El duelo de una generación.

La impactante noticia que corrió esta madrugada sobre el deceso del cantante Chris Cornell es de esas que dejan una tristeza inexplicable. La generación que se asoma por los 40, ya ha sabido de otras voces de una época que se apagaron, pero no estábamos preparados para la muerte de un cantante activo, poco escandaloso, menos aún a minutos de bajarse de un escenario.

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Antes de que la voz de Chris Cornell, Eddie Vedder y Layne Staley se tomarán el mainstream por asalto ya arrancados los noventas, en una revolución levantada por Nirvana, el mundo del rock era distinto, era más plástico, con peinados monumentales que estaban acabando con la capa de ozono, y con letras sobre motos, fiestas y chicas. Cuando todo eso cambio, cada uno de estos cantantes se convirtieron en una fuerza a través de sus bandas, que se instalaron en el ADN de una generación.

Las voces de todos ellos identificaron a miles, con textos más reales, de angustia palpables, de una tristeza con riffs distorsionados, y se volvieron una fuerza musical que definió toda una década.

No todos lo entendieron (y no tenían, ni tienen que hacerlo), pero el asalto de este combo de rock fue tan fuerte que la media más establecida los analizó como un fenómeno social, el inicio de una era que no pasaba inadvertida, teniendo su momento más icónico la portada de la revista Time con el rostro de Eddie Vedder y  el titular “All the rage”.

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Pero Chris Cornell parecía más centrado, había sobrevivido de muy jóven a otras tragedias, fue roomate de Andrew Wood, una de las primeras muertes de su entorno musical. Luego desaparecieron Cobain, Staley, y cuando comenzó a entrar en la madurez lanzó discos en solitario en los que, incluso, coqueteó con el pop vía Timbaland, y se acercó a un público más maduro y difícil compartiendo escenario con Sting. A diferencia de otros de sus compañeros de escena, él sí tuvo la suerte de ver en vida cómo esoldoutl legado musical de Soundgarden, su banda, lograba estatus de clásico, hoy no eran la nostalgia en un club de Seattle, ahora estaban embarcados en una gira gigantesca organizada por Live Nation, y los boletos estaban agotados en todos los lugares.

 

Hoy, no era necesario decir más nada, pues la noticia estaba en todos los medios, me encontré con un titular de esos de broma, pero bello, el de “Fanáticos del grunge crean muralla humana gigante para proteger a Eddie Vedder”. Triste, gracioso y, a la vez, bonito.

Uno de los instantes que me motivó a hacer canciones al inicio de mi carrera fe “Seasons”, esa primera canción en solitario que publicó en el soundtrack de la película «Singles», re lanzado hace poco. Una pena todo, una pena rara. Supongo que es porque nadie esperaba despedir tan pronto al que fue, probablemente, el mejor cantante de rock de su generación.