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Brett Anderson – «An introduction»: Belleza infinita

 

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Re introducir, o volver a presentar a Brett Anderson suena injusto de entrada. No sólo porque se trata de una de las figuras claves de la música inglesa de los noventas, la voz y la silueta de Suede, y porque no se trata de un desconocido.  Las canciones que ha firmado para su grupo con su pluma son parte de un catálogo brillante y aplaudido en su tiempo, quizás en menos medida que los de sus compañeros de generación, pero con méritos suficientes como para escribir su nombre en la historia, aunque también, cierto es, que su trabajo en solitario haya pasado un poco desapercibido.

Por Mauricio Riveros.

Se hace necesario volver a presentarse. “An introduction” es eso, una selección de varios momentos de sus cuatro trabajos sin Suede, discos estupendos, alejados del ruido, de la prensa afiebrada, de las portadas y de los fenómenos de ventas, pero de una belleza inigualable y profunda, por eso es una tarea difícil a la hora de seleccionar como introducir, por la cantidad de gemas puestas en cada álbum, pero con el fin de decirnos dónde están ocultas. y que aún es tiempo de ir a por ellas.

El primer trabajo que el cantante firmó como Brett Anderson data de 2007, se llamó como él mismo, y Suede era entonces un eco de discman, mientras que la música se pasaba al carril digital. Su bandera en solitario se alzó con el sencillo ‘Love is dead’, una pieza en que espolvoreó brillo a un texto sobre desesperanza (“Intelligents Friends don’t care in the end, believe me…love is dead”), y se manifestó con sutileza a través de cuerdas, piano y guitarras acústicas. Varios momentos de ese disco podrían haber estado en esta compilación.

Pero su carrera en solitario, desde el inicio, estuvo exenta de toda la locura que desató Suede, tanto así, que no todo el mundo se enteró. Entonces Anderson comenzó a girar por con su guitarra acústica por foros reducidos, tocó sets promocionales en tiendas de discos (mientras la gente pasaba por fuera, ignorando que ese hombre maduro era la misma estrella insolente y sexy de los primeros años noventa). También hizo shows en Latinoamérica acompañado de una banda que en un segmento del show intentaba emular a Suede, sin lograrlo jamás.

Y así vinieron, casi sin interrupciones, un disco por año: “Wilderness” (2008), más íntimo, más acústico, utilizando casi únicamente el piano, pero lleno de momentos preciosos de los que “An introduction” recoge cuatro. Luego “Slow Attack” (2009) y finalmente “Black Rainbows” (2011), trabajos en los que Brett Anderson se re definió como un compositor de culto, “la bohemia madura de una época dorada” le describió alguna reseña, y él, sin importarle, nos abrió camino a un bosque interior en el que entonces pocos nos asomamos, mientras afuera crecía el mito de Suede entre las nuevas generaciones («all the boys/ and all the cities»).

Brett Anderson tuvo siempre en su voz pura magia para describir historias tristes, de “héroes por sólo un día”, porque a fin de cuentas él viene de la escuela de Bowie. La tristeza que transmitía su voz, en sus discos en solitario estaba más desnuda, más humana, sin la cinematografía de clásicos como ‘She’s not dead’, ‘Pantomime horse’ o ‘Black or Blue’ de Suede, pero monocromática e invernal igual, porque eso es la voz de Brett Anderson: el viento del invierno con alma de caricia, y porque según la lógica de «Dog Man Star”, uno puede ser tres cosas en la vida: un perro, un hombre o una estrella, y si Brett había pasado por los extremos, este venía a ser su lado de hombre.

Después vino la reunión de Suede; regresó la electricidad, las portadas y las salas repletas. Hicieron “Bloodsports” (2013) y la obra maestra “Night Thoughs” (2016), entonces estos cuatro discos de Brett quedaron sepultados, hasta ahora, porque no era un destino justo para tanta belleza de su obra.

Esta no es una colección de sencillos ni un “Best of”, (excluye canciones que me son favoritas como ‘To the Winter’ o ‘Julian’s eyes’), esto es entonces una (re) introducción, un recordatorio, una alarma desde una cápsula del tiempo para que nos devolvamos, de que estos discos debían ser escuchados, es pura música bella para todos los inviernos, un disco para oír con un café mientras se empañan las ventanas, y mirar como la lluvia baña la ciudad. Cualquier ciudad.

Brett Anderson

An introduction

01 Hymnn

02 Unsung

03 Brittle heart

04 Wheatfields

05 Frozen roads

06 The swans

07 Back to you

08 Funeral Mantra

09 A different place

10 Forest lullaby

11 This must be where it ends

12 Leave me sleeping

13 Ashes of us

14 P Marius

15 Song for my father


Suede y los nuevos “tu y yo” de Brett Anderson

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Por Mauricio Riveros.

Suede fue desde mi adolescencia mi banda sonora personal. Desde siempre, desde el primer disco, desde los solos de guitarra animalizados de Bernard Butler hasta esas interpretaciones sentidas y épicas en la inconfundible voz de Brett Anderson. Cada pasaje de sus discos fue un mundo donde perderse, como en “The Asphalt world” un castillo sombrío y húmedo construido por lágrimas secándose, luego la metralla pop que fue “Coming up”, hasta la irregularidad electrónica de “Head Music”, vencida por caras B mejores que las propias piezas del disco.

Me vestí por dentro y en silencio de esa gamuza, acomodada en mi ADN y quedándose ahí por décadas. Hoy, en pleno 2013, reaparecen con disco nuevo, cuando nada es lo mismo, la efervescencia de la era del brit pop se acabó y el mundo no.

Pero celebrar “Bloodsports”, el nuevo álbum, es raro, quizás porque ha pasado muchos años, o porque no soy de esos nostálgicos que gustan hacerse los tontos con el paso del tiempo. A veces hay cosas que hay que dejarlas donde terminaron una vez.

Mientras, y en todos estos años en que Suede se fue a dormir, me enamoré de los discos de Brett Anderson en solitario. Ahí es donde habitaron sus nuevos y tristes “you and me”. Quizás esos fueron los discos más Suede de Brett que el propio “Bloodsports”. Mientras viejas glorias del rock inglés noventero, como Noel Gallagher, insistieron en levantar canciones-himnos con fórmulas, para tener a estadios completos coreándolas, Brett Anderson prefirió la intimidad y lo minimalista, una satisfacción y un pequeño triunfo que solo sabemos los que no calculamos lo que va en una canción.

Y así entregó canciones desde su talla y calce afectado, barnizadas por una belleza trágica, con frases como “Didn’t you know there’s a monster in me?”, también en la cinematografía impresa en el disco “Slow attack” (donde “Frozen roads” es una pieza de esplendor sin medida). También en el vertebral “Wilderness”, un disco auténtico, alejado de las listas, de las radios, de las luces, pero más cerca que nunca del corazón, es como continuó ese mundo solo con Brett, sin la masividad y sin la parafernalia mediática de Suede.

Pero el anuncio de ahora es el grito de “acción!” para las delgadas siluetas enfundadas en cuero negro, con dos décadas de historias, con los años marcados en el rostro, y lo hacen en un disco homogéneo, que utiliza el fade out en más de una canción, con una efectividad aprendida y menos sencillez, sin los laberintos de guitarras que antes escarbaban en el alma, y que al final lograrán subir hasta el cielo en una sola nota.

Desde «Barriers» hasta el final con «Faultlines», el disco se hace un viaje donde los hits instantáneos no están invitados, pues no es un disco infeccioso, ni con guiños al pasado, pero sus canciones se toman su tiempo, pero tienen sus destellos de magia igual, como en el juego vocal de «What are you not telling me?».

“Bloodsports” me cautivó un poco mas lento. Quizás algo le hizo a mi fuente de emoción el decepcionante “A new morning” (ese disco tan innecesario que nos había quedado como punto final hasta ahora y que hizo esta misma formación). “A veces sentimos que flotamos…”, canta Brett en una de estas canciones nuevas, y a medida que las oigo, es una sensación que se contagia, tal como lo hicieron las canciones que nos mostraron hace años.

Escucha «Bloodsports» aquí:

http://www.npr.org/2013/03/10/173863969/first-listen-suede-bloodsports